miércoles, 11 de febrero de 2015

Ojos de luna.

Doce de la noche, espero esta hora cada día porque es la hora perfecta para pensarla, con pocas fuerzas para seguir haciéndolo, pero con ánimos para no dejar de hacerlo; También es la hora perfecta para disfrutar de un amargo cigarrillo (Acompañado de una noche amarga, claro está), de esos que deseas que se acaben rápido para ir a dormir, pero que dure toda una vida para seguir pensándola.

Una vez más, la luna y yo, nos complacemos mutuamente, con nuestras miradas fijas sobre el otro, nuestras caricias, mis suspiros, sus desaires y todos aquellos cigarrillos que has visto como se consumen por mi ventana, y sé, que aunque suene cliché, los dos estamos viendo la misma luna; pensándonos, se que lo haces, puedo notarlo dentro de mi cabeza, al finalizar cada trago que tomas para tratar de olvidarme, estás pensado en mi; soy tu veneno, y solo intentas ahogarme de tu memoria con alcohol, sin cigarros, porque después de tantos cigarrillos compartidos no sabrías si fumas por vicio o porque sabes que es una manera sutil y rápida de recordarme mientras acabas con tus pulmones y acortas tu vida un poco.

Al igual que la luna, desapareces cuándo despierto; Desapareces, literalmente, en un abrir y cerrar de ojos, despertando con ese sabor en la boca, a cigarrillo, a ti, a lo que pudo ser, a lo que la distancia mató.
Soy tus besos en mis labios, soy tu cariño en mi mejilla, soy lo que soy, lo que la luna se llevó.


No hay comentarios:

Publicar un comentario