viernes, 18 de marzo de 2016

Sálvame de los ángeles

Les escribo esto desde el principio del fin, desde el borde del abismo,
Desde el lado izquierdo del reloj, huyendo del minutero,
Con un poco del sabor del aroma agridulce de la muerte, posado sobre mi lengua,
Un sabor que solo la nostalgia y la nicotina pueden ofrecer.

Esta es la noche, en la cual la luna se destiñe y detiene, desaparece,
En mis manos turbias pude contemplar el azul de un mar agitado, el azul de mis venas,
El nacimiento de mi propia muerte.

Nuestra alma nos lo advierte constantemente, nos llena de indicios y auspicios,
Pero no hacemos caso, repudiamos con miedo su grito, 
ella solo trata de salvarnos.

Pronto es demasiado tarde,
La vida deja de latir, y los miedos se van,
Despertando así, en aquella canoa blanca con la que has soñado,
Navegando sin destino, siendo esclavo de los recuerdos, recorriendo un mar de almas.

Corrí con suerte, mi corazón aun palpita, como para guardarme secretos,
Él fue testigo de un diálogo entre mi alma y mis padres, me lo ha dicho todo sin hablar,
Mi infierno se acerca, mis sueños se convierten en el fuego, despierto rodeado por cenizas,
No le temo a la muerte, solo soy el vástago de su fruto, ¿Por qué temerle a mi madre?

Madre, sálvame de los ángeles, me seducen con sus cantos, con sus visiones del paraíso,
Sálvame, de mis pasiones y temores, del espejo y su reflejo,
Sálvame de mi mismo.
Sálvame madre, mi padre ha hecho retumbar las trompetas para mí, me quiere de vuelta,
Sálvame vida, no permitas que concluya aquellas anécdotas de un fallecido.