domingo, 3 de septiembre de 2017

Mutilation de l'apparence

«No es bueno que todo el mundo lea las páginas que siguen; sólo algunos saborearán sin peligro ese fruto amargo» Lautréamont.

He de hurgar, con desconfianza, en el hombre; la envidia propia de los niños.


Desde las raíces 

Comencé con líneas
engendrando vergüenza dentro de ellas
no era un camino,
era un pesar
que revocaba el castigo.

Pronto, las convertí en lágrima,
fue necesario amputarme,
concebir un vacío,
donde el grito fuese confortable,
para darle sentido a mis piernas,
tuve que golpearlas, azotarlas como si se tratase de mi reflejo ,
escupir hasta que desaparecieran,
de esta forma pude ser lágrima
y llorar mi existencia;
a diferencia de otros cuerpos
de este no desea escapar la sangre,
abandonar las vísceras sería sacrificarse por una humanidad
que se avergüenza de su labor, y aquél  líquido lo entiende, porque se conoce a sí mismo.


Las compasivas 


Se ven así mismas de forma humillante
embriagadas hasta volverse un desastre,
se han vuelto frágiles,
no paran de pensar en lo que han hecho,
las voces en la cabeza les llenan de preguntas, se miran así mismas con tonos rojos dentro su propia sombra,
no tienen respuesta. 

Temen / lo que les queda de vida,
dudan / de sus recuerdos...
de las veces que han dominado 
al rechazo.

Se ven así mismas, lo sospechan, lo saben, lo dudan, se alarman, les aterra, le pone los pelos de punta, se preparan, se atemorizan, irrumpen sus oídos con martillos, se persignan, lloran, pecan.

Mi manos se han cercenado a sí mismas. No me asombra, han aprendido de la guerra. Esta vez, la sangre se ha derramado en el piso, ha llorado con sutileza mi similitud con el hijo de dios. 



Caja de vísceras 


Querido lector, jamás toques al corazón.

<Dirige hacia atrás tus pasos y no hacia delante>



La mutilación del rostro 


Esta noche, seré, por completo
tu hermano, y a la vez, seremos uno.


El que no aborrece a su familia no es digno de ser mi discípulo.

Jesucristo, hoy estoy ante ti, para darte mi cuerpo, para que me otorgues una razón de ser. Deseo callar esta herida.


Te entrego mi rostro,
aquélla imagen en ruinas de mi identidad,
cada arruga es síntesis de una forma de desesperación
de una vida prefabricada.
Estos ojos no son la puerta del alma, son el escondite de mi niñez, de la muerte prematura de mis padres.
Aquí la juventud está diseñada para engendrar tristeza.
Arruiname la boca, extraeme los dientes con la misma calma con la que lloras por nosotros.
Por favor, no acumules en mi, esta autocompasion denigrante, hazlo de una vez.
No toques mi nariz, quiero olerte cuando muera por ti.


En este auxilio, el pánico me permite ver toda tu divinidad desnuda.
Y me has empapado de tu erótica verdad. Gracias por introducirme a la fuerza aquellas palabras, las recitaré cuando la verdad mude de piel; porque así me hiciste, débil, temeroso, y con una sed sempiterna por tu cuerpo.









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