viernes, 21 de agosto de 2015

Dulce hogar.

Mi casa, alejada de cualquier mapa, separada de la realidad. Mi casa tiene goteras, incontables, las cuales filtran fantasías ludicas e ideas inimaginables sin ningún control, sin ningún regulador de lo que es real y lo que no (a este punto ya está comenzado a hacerme daño). Mi casa tiene muchas habitaciones, unas grandes, otras pequeñas, algunas manchadas con malas experiencias y trastornos, un cuarto lleno de sangre y varios bajo llave, aquéllas puertas son negras, con el pasar de los días intento olvidar lo que tienen adentro. Tengo ventanas, por supuesto, 2, más que suficiente para mi; mis portillos son mi único portal al exterior; aunque haya roto mis ventanas la brisa no quiere entrar a mi casa, no puedo oler la tierra humeda ni sentir el vibrante placer de mojarse debajo de la lluvia. ¿Soy el único con sus ventanas rotas?. Mis ojos y mis manos ya se sienten fatigados por las goteras. Maldito el día en el cual me prometí que solo escribiría con el corazón Afuera (mi voz interna no quiere callar). Mi casa tiene una puerta grande, a veces pequeña, y en otras ocasiones ni tiene; por ella salen grandes incógnitas resuelta, por ella también entra fuego, casi siempre llego a tiempo para sofocarlo, pocas veces ha quemado demasiado. Mi casa no tiene tonalidad ni tamaño, tampoco está aquí ni allá, no trates de buscarla, porque no la encontrarás. Aún anhelo el día en el que pueda quebrar estos grilletes para así poder salir de mi casa.



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